
El jueves 11 de septiembre, en la tercera jornada de la SIDI por los 10 años, el Auditorio de la Escuela de Economía y Negocios fue escenario de una experiencia singular: 11 estudiantes del Doctorado en Economía de la Innovación aceptaron el reto de condensar sus investigaciones en presentaciones de seis minutos.
Con el acompañamiento de Valeria Arza y Lilia Stubrin, autoridades del programa, la propuesta buscó visibilizar una diversidad de tesis en curso que combinan ciencia, economía y sociedad.
Julián Asinsten puso en evidencia el rezago latinoamericano en inteligencia artificial: “Estados Unidos y China están liderando los modelos fundacionales. Nuestra región no aparece en ninguno de los gráficos. El acceso a datos es el activo estratégico para poder desarrollar innovación y América Latina está rezagada en todos los insumos clave”.
Desde el terreno de la energía, Mariano Olivieri señaló el potencial eólico del sur argentino: “Tenemos un recurso estratégico en el viento de la región patagónica, pero las principales cadenas de valor están dominadas por empresas internacionales. El desafío es aprovechar esa oportunidad sin quedar presos de la dependencia externa”.
Con foco en Uruguay, Federico Sanz mostró cómo el sector de las TIC creció de representar el 1% del PIB a inicios de siglo al 4% en 2022: “El salario promedio del sector más que duplica al de la economía. Para aumentar masa crítica y expandir la inversión internacional es necesaria una inyección de capital a través de fusiones y adquisiciones”.
El caso de una PyME editorial argentina llegó de la mano de Gonzalo Dalmasso, que relató la reconversión al e-commerce durante la pandemia: “En 2020 el 90% de las ventas salieron por Mercado Libre. Eso permitió compensar la caída de los canales físicos, pero la rentabilidad no acompañó ese crecimiento debido a la captura de valor de las plataformas”.
En el campo biofarmacéutico, Guillermo Albanesi recordó que, pese a los proyectos locales iniciados durante la pandemia, “para 2018 casi el 80% de las dosis de vacunas eran importadas, lo que genera el riesgo de reintroducción de enfermedades controladas”.
Carolina Espinosa Rubiano abordó la consolidación de la agroecología en Salta y Jujuy: “Me interesa comprender cómo se crean alianzas entre organizaciones de la agricultura familiar, la academia y las instituciones de ciencia y tecnología. El agronegocio es una amenaza para nuestra seguridad y soberanía alimentaria”.
Marianela Pfund, desde La Pampa, resaltó que “los sistemas agroalimentarios necesitan transicionar hacia modelos más sustentables y resilientes, con una mirada circular y con agregado de valor en origen”.
La innovación cultural fue presentada por Ana Luisa Montanari: “La generación de conocimiento y la resolución de problemas concretos son parte del trabajo de los investigadores. Mi objetivo es armar un mapa del proceso que muestre los cambios y no solo el resultado, para contar con indicadores y métricas que permitan evaluar las innovaciones”.
Leandro García Silva propuso pensar la gestión del agua desde un régimen sociotécnico: “La relación entre sociedad y agua da lugar a distintos paradigmas. La pregunta es cómo se constituyó ese régimen que hoy domina y cómo emergen nuevas formas de intervenir en el ciclo del agua”.
Luis “Chino” Sanjurjo presentó a la industria de videojuegos como un actor económico y cultural de peso: “Es una industria que factura alrededor de 32.000 millones de dólares al año y ha crecido un 15% interanual. La pregunta es si los videojuegos pueden cambiar tu vida y transformar el mundo”.
El recorrido cerró con Josefina Moya, quien se detuvo en el vínculo entre política y ciencia: “¿Qué rol juega el asesoramiento científico en la construcción de política pública en Argentina? Y cómo esto puede incidir en los modelos de producción y de innovación en un contexto de crisis ambiental y de negación de esa crisis”.
La jornada terminó con preguntas e intercambios que confirmaron el espíritu del formato: abrir la investigación doctoral a la comunidad y mostrar que detrás de cada tesis hay un intento por comprender y transformar realidades concretas. Con un ritmo ágil y voces diversas, los seis minutos fueron suficientes para dejar en claro que la universidad pública es un espacio clave donde se forjan conocimientos con impacto en el presente y en el futuro.